Dando vueltas por el súper

Ya me ha ocurrido un par de veces. Voy a hacer la compra, tengo más o menos una idea clara de lo que tengo que coger, pero en un momento dado me encuentro dando vueltas, pasando 2 o 3 veces por delante de algunas zonas por las que no debería pasar, como son las de aperitivos o comida congelada.

No sé si seré el único al que le pasa, pero me ha recordado uno de los consejos más importantes que me han dado nunca sobre cómo hacer la compra, que es preparando una lista por adelantado y ciñéndote estrictamente a coger lo que ponga en la lista. Porque de lo que sí estoy seguro es que no soy el único que baja a por un paquete de pavo y un par de yogures y termina con 6 o 7 cosas más en la cesta que no estaban previstas.

Muchas veces habrás leído eso de que los centros comerciales están diseñados para que demos vueltas y quedemos expuestos a numerosas oportunidades de comprar algo más. Cada uno de esos pasillos de 15 o 20 metros de largo está lleno de opciones, ofertas, novedades y variaciones de productos que compiten por llamar tu atención y, la verdad, es que hay cosas muy tentadoras.

Para llegar al paquete de pan integral tengo que pasar por delante de la zona de bollería industrial, llena de pastelitos, gofres y magdalenas, todo lo cual es una tremenda tentación, pero rompe por completo el contenido de la dieta. Uno solo de esos pastelitos puede tener entre 200 y 400 kilocalorías, que es más o menos la cuarta o la quinta parte de lo que debería comer en todo el día, si sigo la diera de restricción y pérdida de peso inicial. Una bolsa de croissants, que si me pongo con ella me la termino en uno o dos días, pueden ser 2.200 kilocalorías. Y no quiero caer en la paranoia de las calorías, de lo que ya hablé en otra entrada, pero es que debemos ser conscientes de dónde están nuestros problemas para saber evitarlos.

Y así me encuentro dando vueltas, no muchas, pero sí dos o tres. Muchas veces porque veo algo que no había pensado y el primer pensamiento que me viene a la cabeza es «ah, mira, eso no está mal». Me acerco, consulto la información nutricional y me quedo horrorizado de ver que son 350, 400 o 530 kilocalorías por cada 100 gr. Lo dejo, me doy la vuelta y voy a por otra cosa de la lista. En el proceso a lo mejor miro una de las opciones «light» para ver si existe la opción de tener lo mismo pero con una ingesta calórica menor y nada, que no hay manera.

La sensación de abatimiento que te puede quedar es importante y hay que evitarla, porque el mayor problema de la dieta y de la modificación de los hábitos nutricionales que nos han llevado a un estado de obesidad es la convicción interna de que hacemos lo correcto y que tenemos que mantenernos en una serie de elecciones sanas.

Así que no sé si te ha pasado eso de dar vueltas por el súper, evitando las cosas que no debes comer y frenando ante cosas que te apetecen. Si es así, que sepas que no eres el único y que una buena forma de luchar contra ese comportamiento es llevar la lista hecha desde casa, adquiriendo el hábito de recorrer los pasillos en un orden que te permita coger lo que tienes anotado con el menor desplazamiento y evitando las zonas más tentadoras del recorrido.

Hacer la compra por Internet también puede ser una alternativa, pero eso nos impide explorar el mercado y descubrir nuevos productos, opciones y ofertas que sí pueden ser positivos. Una parte de la disciplina que adquirimos también tiene que estar basada en la capacidad de rechazar la tentación y no sólo en evitarla. De lo contrario, el día que vuelvas a bajar al supermercado en persona no podrás evitar encontrarte con 10 o 15 cosas en la cesta que no estaban previstas y que no te hacen ningún bien.