Después de todo, parece que la sal no es tan mala
Tenemos un problema con las «recomendaciones» en dietética y es que parece, cada vez con más claridad, que no tenemos ni idea de cómo funciona la nutrición y la forma en que nuestro cuerpo reacciona ante ciertos alimentos. Tomemos la sal, por ejemplo. Todos los hipertensos hemos escuchado la recomendación de reducir o eliminar casi por completo la sal de nuestra dieta. Sin embargo, son varios médicos los que ya me han cuestionado ese principio.
Un reciente artículo del Doctor James Dinicolantonio redunda en esta idea y nos proporciona un extenso argumentario para echar por tierra el mito de que la sal nos perjudica. No sólo parece que no es así, sino que la eliminación radical de la sal en nuestra alimentación podría tener efectos nocivos.
Leyendo los argumentos del artículo, uno se siente tentado de darles crédito, sobre todo por una idea básica que menciona: somo seres «salados»; lloramos sal, sudamos sal, funcionamos con sal. Y es cierto que cuando sudamos mucho se nos dice aquello de «hay que recuperar las sales perdidas». Igual que pasó hace años con el aceite de oliva, primero denostado y luego alabado, los hipertensos necesitamos una recomendación clara por parte de los profesionales de la salud sobre la cantidad de sal que podemos tomar y las directrices de consumo que podemos seguir; una pregunta que recomiendo hacer la próxima vez que vayas a una revisión médica. Yo pienso hacerlo, desde luego, y de momento viene bien leer este artículo. Es serio, viene de un profesional y está bien argumentado.
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