Mañana empiezo, la eterna cantinela

Todos sabemos que hacer ejercicio es positivo y que las zanahorias son más saludables que los «nuggets» de la hamburguesería. Pero nos cuesta mucho poner ese conocimiento en práctica. Yo he vuelto al gimnasio varias veces en los últimos años, casi siempre en un ciclo un poco desalentador.

Lo normal es que algún suceso me haga tomar conciencia de que esto no puede ser, que tengo 20 o 30 kilos de sobrepeso y que la solución a todos mis problemas es adelgazar. Pero si es muy fácil, me digo, sólo tengo que comer un poco mejor e ir a hacer ejercicio de forma regular un par de veces a la semana.

Y sí, miro por la zona a ver qué locales encuentro, comparo tarifas de gimnasios, miro si me cabe la ropa deportiva que tengo en algún cajón y repaso calcetines, camisetas, toalla y bolsa de deporte, casi siempre con una sensación de continuidad, semejante a «bueno, no hace tanto que no voy». Ahora mismo, por ejemplo, ese «no hace tanto» son unos 10 u 11 meses. Hasta me apunto, pagando una cuota de inscripción y el primer mes o trimestre, con la firme voluntad de que esta vez sí, por fin voy a conseguir hacer ejercicio de forma regular.

Lo normal es que las dos o tres primeras semanas la cosa vaya bastante bien. Siempre me ha gustado hacer deporte y me encuentro a gusto en este tipo de locales. Pero a la segunda o tercera semana surge algún incidente que hace que me salte una jornada de entrenamiento. Puede ser un trabajo pendiente, la lluvia o, sencillamente, que estoy cansado y hoy lo dejo, que siempre puedo ir mañana. El problema es que al día siguiente tampoco tengo tiempo y cuando quiero darme cuenta han pasado 2 o 3 semanas sin ir o acudiendo de forma muy ocasional.

Es en ese momento cuando miramos alrededor de forma discreta para ver si alguien se ha dado cuenta de que lo hemos ido dejando, quizás nuestra pareja, un amigo o alguien cercano al que le habíamos contado el propósito de hacer ejercicio. Si nadie se ha dado cuenta o no protesta, no hay problema. Esta vez no ha podido ser, no era el momento adecuado, ahora tenemos mucho trabajo pendiente, no estoy tan mal, etc.

Una y otra vez compruebo que la mayor dificultad para atajar este problema es la fuerza de voluntad. Mientras la juventud, la genética o lo que sea que hace que haya sido capaz de vivir más de 40 años sin muchos contratiempos siga ocultando las secuelas que deja en mi organismo la hipertensión, es difícil encontrar motivación para salir de los hábitos cotidianos, por perjudiciales que éstos sean. Y el día que te llevas el susto ya es demasiado tarde para cambiar.

¿O no? Mañana empiezo. Seguro, esta vez va a ser diferente, no lo dejo a las 3 semanas.

Foto: Spreadfilms